El retorno de los brujos, el libro que marcó toda una época
El retorno de los brujos (original Le Matin des Magiciens) es el título de un libro publicado en 1960, subtitulado Una introducción al realismo fantástico. Lo escribió Louis Pauwels, en colaboración con Jacques Bergier, y trataba temas entonces novedosos: supuestos fenómenos parapsicológicos, civilizaciones desaparecidas, el esoterismo y su conexión con el nazismo, etc. Pretendía dar comienzo a una nueva revolución cultural, y levantó una gran expectación. En los años 1960 y 1970 se vendieron más de 2 millones de ejemplares en francés y otros idiomas, publicándose la primera traducción al español en 1962. El libro El retorno de los brujos es un texto que, sin dudas, marcó una época, sobre todo las décadas del 60´y 70´ del siglo XX, cuando Jacques Bergier y Louis Pauwels lo escribieron, quizá con una intención de revolucionar toda la cultura de la época. Y podemos decir que estuvieron a punto de lograrlo. El libro recibió cientos de elogios, pero también numerosas críticas. Este libro cayó en mis manos hace muchos años, todavía durante la época franquista, y ejerció una gran influencia en mí, abriéndome la mente hacia temas relacionados con nuestro pasado y que generalmente son obviados por la comunidad científica. A todos los que estén interesados en este tipo de temas, les recomiendo leer este magnífico libro. Tal como dijo Isaac Newton: ”Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano”. Tal como hemos indicado, en El retorno de los brujos podemos observar una mezcla muy interesante de alquimia, parapsicología, esoterismo y su relación con el nazismo, así como un amplio espacio dedicado a las civilizaciones perdidas, con especial hincapié en las pirámides de Egipto, la Isla de Pascua y los mapas de Piri Reis.
Según Louis Pauwels: “Este libro resume cinco años de búsqueda, en todos los sectores del conocimiento, en las fronteras de la ciencia y de la tradición. Me lancé a esta empresa claramente superior a mis medios, porque ya no podía seguir rechazando este mundo presente y por venir, que es, sin embargo, el mío. Pero de todos los extremos nace la luz. Habría podido encontrar más deprisa una vía de comunicación con mi época. Es posible que no haya perdido del todo mi tiempo marchando hasta el final de mi propio camino. Los hombres no encuentran lo que se merecen, sino lo que se les asemeja. Durante largo tiempo, busqué, como quería el Rimbaud de mi adolescencia, «la Verdad es un alma y un cuerpo». Y no lo logré. En la persecución de esta Verdad, perdí el contacto con las verdades pequeñas que hubiesen hecho de mí, no ya él superhombre al que llamaba con todo mi anhelo, sino un hombre mejor y más unificado de lo que soy. Sin embargo, aprendí cosas preciosas sobre el comportamiento profundo del espíritu, sobre los diferentes estados posibles de la conciencia, sobre la memoria y la intuición, que no hubiese aprendido de otra manera y que debían permitirme, más tarde, ver lo que hay de grandioso, de esencialmente revolucionario en la cumbre del espíritu moderno: la interrogación sobre la naturaleza del conocimiento y la necesidad apremiante de una especie de transmutación de la inteligencia. Cuando salí de mi nicho de yogui para lanzar una ojeada a este mundo moderno que condenaba sin conocerlo, percibí de golpe lo que tiene de maravilloso. Mi estudio reaccionario, a menudo lleno de orgullo y de odio, me fue útil en impedir mi adhesión a este mundo por su lado malo: el viejo racionalismo del siglo XIX, el progresismo demagógico. Me había impedido también aceptar este mundo como una cosa natural y, simplemente porque era el mío, aceptarlo en un estado de conciencia adormecida, como hacen la mayoría de las gentes. Con los ojos refrescados por mi larga permanencia fuera de mi tiempo, vi este mundo tan rico en fantasías reales supuestas. Mejor aún, lo que aprendía del siglo modificaba, haciéndolo más profundo, mi conocimiento del espíritu antiguo. Vi las cosas antiguas con ojos nuevos, y mis ojos eran también nuevos para ver las cosas nuevas“.
Louis Pauwels (Gante, 2 de agosto de 1920 – 28 de enero de 1997) fue un periodista y escritor francés, de origen belga. Fue maestro en Athis Mons desde 1939 a 1945. Estudió la licenciatura en letras, que interrumpió al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Louis Pauwels escribió en muchas revistas literarias mensuales francesas en 1946 (incluyendo Esprit y Variété) hasta la década de 1950. Participó en la fundación de Travail et Culture (Trabajo y Cultura) en 1946, destinados a difundir la cultura a las masas, y de la que él era el secretario. En 1948, se unió a los grupos de trabajo de GI Gurdjieff durante quince meses, hasta que se convirtió en editor en jefe de Combat en 1949 y editor del periódico Paris-Presse. Dirigió, entre otros, la Biblioteca Mondiale’ (precursora del “Livre de Poche“), el mensual de la mujer Marie Claire, y la revista Artes y Cultura en 1952. Pauwels conoció a Jacques Bergier en 1954, cuando era el director literario de la Biblioteca Mondiale, surgiendo una estrecha amistad entre ellos, gracias a la cual escribieron en 1960 Le Matin des Magiciens (El retorno de los brujos), y en 1970 la interrumpida continuación de L’Homme Eternel (El Hombre Eterno). Colaborando nuevamente con Bergier (así como con François Richaudeau), fundó la revista bimensual “Planète” en octubre de 1961, que apareció hasta el mes de mayo de 1968. Fueron 64 números en total entre las dos ediciones. Diversas números agrupados se han publicado, en una colección que los autores llamaron “Encyclopédie Planète“, ya que cada volumen contiene alrededor de 250 páginas, con alrededor de treinta volúmenes en total. En la década de 1970 se convirtió en amigo de algunos miembros del ultraderechista GRECE, uno de los aspectos negativos y oscuros de su biografía. Pauwels escribió numerosos artículos para Le Journal du Dimanche desde 1975 a 1976. En 1977, dirigió la sección cultural de Le Figaro, donde estableció las bases de Le Figaro-Magazine. Le Figaro-Magazine se inició en octubre de 1978, como un suplemento semanal del diario Le Figaro. La intención de Robert Hersant era crear un contrapeso a la influencia de Le Nouvel Observateur, que consideraban demasiado de izquierdas. Louis Pauwels estuvo a cargo de la nueva revista y se mantuvo al frente del semanario hasta 1993. Cuando los estudiantes se manifestaron contra la Ley Devaquet sobre las universidades en 1986, Louis Pauwels publicó su escrito editorial más famoso acerca del SIDA mental que habría afectado a la juventud francesa. Fundó, con Gabriel Véraldi y Rémy Chauvin, la Fondation Marcel et Monique Odier de psico-física en Ginebra en 1992. Y fue colaborador asiduo del periódico Washington Times. Murió en 1997.
Jacques Bergier, nacido como Yakov Mikhailovich Berger (Odesa, 8 de agosto de 1912 – París, 23 de noviembre de 1978), fue un ingeniero químico, alquimista, espía, periodista, y escritor francés de origen ruso. Es autor de obras como El retorno de los brujos, Guerra Secreta bajo los Océanos, Extraterrestres en la Historia, El planeta de las posibilidades imposibles (junto a Louis Pauwels), L’ Homme eternel (ediciones Gallimard, Francia) o La Guerra Secreta del Petróleo, entre otras muchas. En su libro Les livres maudits (de la interesante editorial J’ ai Lu, París, 1971), traducida al español como Los libros condenados, propone una interesante hipótesis. Según la misma, el autor del Manuscrito Voynich poseía conocimientos extraordinariamente avanzados y demasiado peligrosos para el mundo moderno, por ejemplo el secreto de las estrellas novas, por lo cual los ocultó para evitar nuestra propia autodestrucción. Debido a su fama de “sabio despistado” fue incluido por el dibujante belga Hergé en una de las aventuras de Tintín, concretamente la titulada “Vuelo 714 a Sidney“. Luego de sus estudios secundarios en el Liceo San Luis, prosigue estudios en la Facultad de Ciencias de París y en la Escuela Nacional Superior de Química de París. Ingeniero químico y licenciado en Ciencias, se consagró a la investigación científica, especialmente en química nuclear. En 1936, descubre, con el físico atómico André Helbronner, la utilización del agua pesada para frenar los electrones y realiza la primera síntesis de un elemento radioactivo natural, el polonio, a partir de bismuto y de hidrógeno pesado. Pronto desarrolló su afición por la alquimia, reforzada por un supuesto encuentro con Fulcanelli en junio de 1937, afirmando en 1950 haber obtenido una transmutación alquímica. Durante la segunda guerra mundial fue miembro de la Resistencia francesa en Lyon. Gracias a datos facilitados por un ingeniero ruso que trabajaba en el lugar, y que envió a Londres, facilitó el bombardeo a la Base de Experimentación de Cohetes V2, en Peenemünde, Alemania.
“Una introducción al realismo fantástico“, así reza el subtítulo de El retorno de los brujos, que, en un principio, fue pensado como punta de lanza para una revolución cultural. En apenas una década vendió más de 2 millones de copias, y luego se diluyó en el olvido. En 1953, Louis Pauwels pensó en escribir un ensayo sobre sociedades secretas y misticismo. Jacques Bergier lo convenció, sin mucho trabajo, de expandir la obra por otros canales. Luego de varios años de estudio y recopilación de datos, El retorno de los brujos incluyó diversos temas. Demoliendo el reduccionismo del siglo XIX, El retorno de los brujos explica la alquimia como muestra de un saber técnico, alternativo, que no es opuesto a la ciencia. incluye interesantes apariciones de Gustav Meyrink, autor de El Golem (Der Golem), y de Jorge Luis Borges. El Golem (Der Golem) es una novela del austríaco Gustav Meyrink, publicada en 1915. Está basada en la leyenda judía del Golem, un ser creado artificialmente por un cabalista. El Golem recoge una antigua leyenda relacionada con el gran rabí Loew de Praga (1512-1609) y con imágenes vigorosas evoca los misterios del gueto de Praga. El Golem es una figura de arcilla animada por obra de la cábala, para defender a los judíos, pero que se escapa fácilmente del control y provoca catástrofes. Lo que podría ser sólo una extravagancia gratuita, sin más interés que el de un relato bien contado, adquiere significado simbólico: el Golem personifica a los autómatas humanos, que crean la sociedad moderna. Lo mismo que el Golem, el hombre moderno realiza la parte a él asignada contra su propia voluntad y con un rigor atroz. A este pesimismo fundamental, la novela añade un continuo misterio, una atmósfera de errores trágicos en los que juegan enigmáticos cabalistas, una metafísica expedita pero dramática: “la boca de cada hombre se convierte en la boca de Dios si creéis que sea la boca de Dios“. Esta habilidad para crear una visión turbulenta y grandiosa tiene su mejor realización en El Golem. Meyrink se inspiró en las descripciones de la gran ciudad de Charles Dickens, a quien había traducido, para recrear la atmósfera urbana de Praga. Ha sido objeto de múltiples estudios que exceden la literatura, tales como la filosofía, religión, ocultismo, alquimia, magia y cábala. El mismo año de su publicación fue adaptada al cine por el expresionista Paul Wegener. Desde su publicación, no ha habido una generación de lectores que no se haya visto cautivada por esta enigmática obra. Entre 1915 y 1920 se vendieron más de 150.000 ejemplares, encabezando Meyrink la lista de autores más vendidos entre 1915 y 1940, contribuyendo al éxito de la novela la edición de bolsillo destinada a los soldados del frente. Como la mayoría de las novelas de Meyrink, la obra está vinculada a la tradición de Hoffmann y de los cuentos fantásticos, complaciendo el gusto alemán por las “historias raras“.
Inspirados en El libro de los condenados (The book of the damned), de Charles Fort, El retorno de los brujos analiza la posibilidad de que otras civilizaciones hayan florecido y caído sobre la Tierra, exponiendo datos e indicios que el tiempo transformó en mitos. Incluye un largo debate sobre las pirámides egipcias, la Isla de Pascua, las líneas de Nazca, los mapas de Piri Reis, o textos hindúes, entre otros. Hay notas sobre las civilizaciones demenciales vislumbradas por el escritor H.P. Lovecraft, y el mundo de la Tierra Media imaginado por J.R.R. Tolkien. Incluye una crítica ácida sobre la Alemania nazi como transformación de la base cultural y moral que permite explicar lo inexplicable. Se analizan los vínculos entre la elite nacionalsocialista y diversos cultos esotéricos, así como la creencia en mitologías y cosmogonías abominables que, en determinado punto, se transforman en la ciencia oficial. Valiéndose de El pueblo blanco (The white people) de Arthur Machen, miembro del Alba Dorada (Golden Dawn), donde se diferencia el mal absoluto de las pequeñas maldades castigadas por la ley, ilustran su posición. Los experimentos telepáticos organizados por la marina norteamericana en 1958 dan comienzo a un capítulo sobre parapsicología. Más allá de las curiosidades del libro, El retorno de los brujos plantea un cambio de paradigma, señalando que la realidad es mucho más compleja y sutil de lo que suponemos, y que nuestra percepción de los hechos está afectada por el reduccionismo racionalista, dejando poco margen a la imaginación. Lo fantástico es lo que subyace tras el mecanismo del sentido común, hijo del saber oficial. El “realismo fantástico” pretendía ser una especie de superrealismo, una integración de la poesía y de la ciencia, capaz de penetrar en las sombras de todos los misterios. Antes, en 1961, el éxito de El retorno de los brujos había llevado a Bergier y a sus colaboradores a editar una revista mensual sobre los mismos temas, llamada Planète, de cuyo primer número se publicaron 5000 ejemplares y tuvo cinco reediciones. En el momento de mayor venta, cada número sobrepasaba las 100 000 copias. No obstante el éxito inicial, la revista dejó de publicarse en 1968. Bergier fue un personaje público y notorio en su momento, que incluso llegó a ser caricaturizado por Hergé en el álbum de Tintín “Vuelo 714 para Sydney”, encarnando a Ezdanitoff, el estrambótico director de la revista Comète, supuestamente contactado por extraterrestres. En 1953, un amigo común puso en contacto a Jacques Bergier con Louis Pauwels, periodista y escritor humanista de tendencias místicas. Aunque aparentemente no tenían mucho en común, pronto surgió la amistad, y de ahí el proyecto de un libro en colaboración. Tal como ya he indicado, inicialmente la idea de Pauwels era escribir sobre la historia y la realidad de las sociedades secretas, pero Bergier lo convenció para ampliar los contenidos. Trabajaron juntos durante varios años. El material de trabajo era proporcionado por Bergier y la redacción final correspondía a Pauwels. El resultado final fue El retorno de los brujos, subtitulado Una introducción al realismo fantástico, que fue publicado por Gallimard en 1960.
Enlazando con una crítica al positivismo y reduccionismo científico, heredados del siglo XIX, los autores exponen el procedimiento alquímico como muestra de un saber técnico alternativo pero no forzosamente opuesto a la ciencia moderna. En la historia de la ciencia, la alquimia es una antigua práctica protocientífica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte. La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India, China, la Antigua Grecia, el Imperio romano, el Imperio islámico y, después, en Europa hasta el siglo XIX, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca, al menos, 2500 años. La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad sincrética greco-egipcia y un legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo XVII. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, la alquimia dominante evolucionó hacia la actual química. Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas. Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra filosofal, con la que se era capaz de lograr la habilidad para transmutar metales en oro o para alcanzar la vida eterna. En el plano espiritual, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, y prepararse mediante la oración y el ayuno. La percepción popular y de los últimos siglos sobre los alquimistas es que eran charlatanes que intentaban convertir plomo en oro, y que empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.
Fundaban su ciencia en que el universo estaba compuesto de cuatro elementos a los que llamaban por el nombre vulgar de las sustancias que los representan, a saber: tierra, aire, fuego y agua, y con ellos preparaban un quinto elemento que contenía la potencia de los cuatro en su máxima exaltación y equilibrio. La mayoría eran investigadores cultos e inteligentes, e incluso distinguidos científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar la naturaleza misma. La base es un conocimiento del régimen del fuego y de las sustancias elementales del que, tras profundas meditaciones, se pasa a la práctica, comenzando por construir un horno alquímico. A menudo las carencias debían suplirse con la experimentación, las tradiciones y muchas especulaciones para profundizar en su arte. Para los alquimistas toda sustancia se componía de tres partes: mercurio, azufre y sal, siendo estos los nombres vulgares que comúnmente se usaban para designar al espíritu, alma y cuerpo, partes que eran llamadas principios. Mediante la manipulación de las sustancias y a través de diferentes operaciones, separaban cada una de las tres partes, que luego debían ser purificadas individualmente, cada una de acuerdo al régimen de fuego que le es propicia, la sal con fuego de fusión y el mercurio y el azufre con destilaciones recurrentes y suaves. Tras ser purificadas las tres partes en una labor que solía conllevar mucho tiempo, y durante el cual debían vigilarse los aspectos planetarios, las tres partes debían unirse para formar otra vez la sustancia inicial. Una vez hecho todo esto, la sustancia adquiría ciertos poderes. A lo largo de la historia de esta disciplina, los aprendices de alquimista se esforzaron en entender la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus experimentos alquímicos, si bien, a menudo, eran socavados por reactivos impuros o mal caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura hermética. Esto motivaba que, tras años de intensos esfuerzos, muchos acabaran arruinados y maldiciendo la alquimia. Los aprendices, por lo general, debían empezar por trabajar en el reino vegetal hasta dominar el régimen del fuego, las diversas operaciones y el régimen del tiempo. Para diferenciar las sustancias vulgares de aquellas fabricadas mediante su arte, los alquimistas las designaban de acuerdo a alguna de sus propiedades.
La «iluminación» sólo se alcanzaba tras arduos años de riguroso estudio y experimentación. Una vez que el aprendiz lograba controlar el fuego, el tiempo de los procesos y los procesos mismos, estaba listo para acceder a los arcanos mayores. Sostenían que la potencia de los remedios era proporcional a cada naturaleza. Los trabajos de los alquimistas se basaban en la naturaleza, por lo que a cada reino le correspondía una meta: al reino mineral la transmutación de metales vulgares en oro o plata, al reino animal la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Todas ellas eran el resultado de las mismas operaciones. Lo que cambiaba era la materia prima, la duración de los procesos y la vigilancia y fuerza del fuego. Una meta intermedia era crear lo que se conocía como menstruo, que era una multiplicación de sí mismo por inmersión de otras substancias semejantes en fusión/disolución. De modo que se conseguía tanto la generación como la regeneración de las substancias elementales. Estos no son los únicos usos de esta ciencia, aunque sí son los más conocidos y mejor documentados. Desde la Edad Media, los alquimistas europeos invirtieron mucho esfuerzo y dinero en la búsqueda de la piedra filosofal. Los alquimistas sostenían que la piedra filosofal amplificaba místicamente el conocimiento de la alquimia por parte de quien la usaba. Muchos aprendices y falsos alquimistas, tenidos por auténticos alquimistas, gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su búsqueda de estas metas ni por la especulación mística y filosófica que se desprendía de su literatura, sino por sus contribuciones mundanas a las industrias artesanales de la época, tales como la obtención de pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta, tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la preparación de extractos y licores, etc. La preparación del aqua vitae, el «agua de vida», era un experimento bastante popular entre los alquimistas europeos.
Los alquimistas nunca tuvieron voluntad de separar los aspectos físicos de las interpretaciones metafísicas de su arte. La falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un obtuso conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia teóricos en los que poder encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos. A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto y efímero hacia un estado perfecto y eterno. Y la piedra filosofal representaba alguna clave mística que haría posible esta evolución. Aplicadas al propio alquimista, esta meta simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación, y la piedra filosofal representaba alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significados, alegorías y referencias a otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder descubrir su auténtico significado.
Inspirándose en las recopilaciones de hechos extraños de Charles Fort, Bergier y Pauwels consideran la posibilidad de que otras civilizaciones hayan florecido sobre la Tierra y se hayan extinguido antes de nacer nuestra era. Charles Hoy Fort (6 de agosto de 1874 – 3 de mayo de 1932) fue un investigador estadounidense, conocido por dedicarse al estudio de hechos no solucionados por la ciencia de su época. El libro de los condenados, su obra más conocida, es una colección de hechos despreciados por la ciencia ortodoxa. Recopiló y publicó un catálogo con 25 mil entradas de fenómenos inexplicables hasta entonces, que iba clasificando en cajas de zapatos, como son lluvias de ranas, precipitación de grandes trozos de hielo, barro, carne y azufre; nieve negra; bolas de fuego; cometas caprichosos; desapariciones misteriosas, meteoritos con inscripciones extrañas; ruedas luminosas en el mar; lunas azules; soles verdes; o aguaceros de sangre. Fort, como los científicos que criticaba, reivindicaba la supremacía de “los hechos”. El escritor H. P. Lovecraft consideraba a Fort uno de sus maestros. Y autores como Pauwels y Bergier reconocen haber utilizado el método fortiano de búsqueda para gestar su famosa obra “El retorno de los brujos“. Tanto su personalidad, como las ideas que trabajó a lo largo de su vida, atrajeron el interés de sus coetáneos, hasta el punto que un grupo de intelectuales británicos fundó la “Sociedad Charles Fort”, que publicaría la revista Doubt, recopilando los trabajos del archivero y muchos de sus “hechos condenados”. Tanto la revista como la sociedad desaparecieron en 1959. Posteriormente, el testigo fue recogido por la International Fortean Organization, que hasta 1997 editó la revista INFO Journal. Desde entonces, esta sociedad sólo se muestra activa organizando diversos simposios y encuentros entre forteanistas. Por su parte, desde 1973, se publica en Gran Bretaña Fortean Times, una revista bimestral dedicada a las temáticas fortianas, que anualmente organiza las llamadas Fortean Times Unconventions, en las que se reúnen todo tipo de aficionados a los misterios y a los sucesos extraños. En 2005 esta publicación recibió el Premio Cuadernos de Ufología, concedido por la Fundación Anomalía, en reconocimiento a su larga trayectoria en la difusión de estas materias. Quien ha mantenido vivo a nivel individual la llama de los fenómenos fortianos ha sido el escritor estadounidense William R. Corliss, autor de una veintena de recopilaciones de hechos inexplicados, agrupados por temáticas, que reciben el nombre colectivo de Sourcebook Project.
Los moái (del rapanui moai, “escultura“) son estatuas de piedra monolítica que solo se encuentran en la Isla de Pascua, o Rapa Nui, perteneciente a Chile. Los moáis son el principal atractivo turístico de la Isla de Pascua, cuyos habitantes viven del turismo y la pesca. Los más de 600 moáis conocidos, tallados supuestamente por los antiguos rapa nui, están distribuidos por toda la isla. La mayoría de ellos fueron labrados en toba del volcán Rano Raraku, donde quedan 397 moáis más en diferentes fases de acabado. Todo indica que la cantera fue abandonada repentinamente y quedaron estatuas a medio labrar en la roca. Prácticamente todos los moáis terminados fueron posteriormente derribados por los isleños en el período siguiente al cese de la construcción. En un principio estas estatuas gigantes llevaban también unos copetes de piedra roja, llamados pukao, de más de 10 toneladas, que se extraían del cráter del Puna Pau. A veces, muy lejos de la ubicación de las estatuas. Además, después debían elevarse hasta la altura debida para colocarlos en las cabezas. En 1978, con la restauración del Ahu Nau-nau, en la playa de Anakena, se descubrió que, en las cavidades oculares, solían colocarse placas de coral a modo de ojos. Estas fueron retiradas, destruidas, enterradas o arrojadas al mar, en donde también se han encontrado. Esto concuerda con la teoría de que los pobladores los derribaron, quizás durante guerras tribales. Los primeros navegantes europeos que, a comienzos del siglo XVIII, llegaron a la Isla de Pascua no podían creer lo que estaban viendo. En esa pequeña área de tierra, descubrieron cientos de estatuas enormes por la superficie de toda la isla. El significado de los moáis es aún incierto, y hay varias teorías en torno a estas estatuas. La más común de ellas es que las estatuas fueron talladas por los habitantes polinesios de la isla, entre los siglos XII y XVII, como representaciones de antepasados difuntos, de manera que proyectaran su mana (poder sobrenatural) sobre sus descendientes. Debían situarse sobre los ahu (plataformas ceremoniales) con sus rostros vueltos hacia el interior de la isla y, tras encajarles unos ojos de coral o roca volcánica roja, se convertían en el aringa ora (rostro vivo) de un ancestro.
La roca volcánica podía ser cortada con relativa facilidad con herramientas de basalto y obsidiana, dándoles su forma básica en la propia cantera. Posteriormente eran extraídas y semienterradas en las cercanías para ser esculpidos los detalles. Aún más controvertida es la manera en que eran transportados hasta su ubicación definitiva. No se sabe exactamente cómo eran trasladados. Durante el verano del año 2000, un equipo arqueológico norteamericano descubrió evidencias que sugieren la utilización de máquinas complejas en la isla hace siglos. El geólogo Charles M. Love y un equipo de 17 estudiantes excavaron secciones de las tres principales carreteras que sirvieron para transportar las estatuas gigantes. Parte de estas carreteras fue excavada originalmente en el lecho de roca de la isla, formado principalmente de roca volcánica de un tipo conocido como pahoehoe. Curiosamente, las carreteras no son planas sino que su sección muestra una forma característica en “V” o “U”. Su anchura media es de 3,5 metros y se requiere un alto nivel de conocimiento ingenieril. En algunos tramos, las carreteras están flanqueadas por líneas de rocas. Pero quizá lo más sorprendente es que estas rocas no están simplemente colocadas allí, sino encajadas en agujeros tallados en el lecho de roca que forma el suelo de la isla. Un detalle relevante es que este tipo de agujeros se da en los tramos en los que la carretera discurre cuesta arriba. El Dr. Love especula con la posibilidad de que estos agujeros fueran colocados allí para acomodar algún tipo de mecanismo ideado para ayudar a mover las gigantescas cabezas de piedra y salvar desniveles que, de otra manera, requerirían un notable esfuerzo. Estos agujeros, así como la curiosa forma en “V” de las carreteras nos indican que aún existen importantes incógnitas sobre el sistema que emplearon los nativos de la isla de Pascua para erigir sus misteriosos moáis.
En el retorno de los brujos se hace referencia a las líneas de Nazca, que son antiguos geoglifos que se encuentran en las Pampas de Jumana, en el desierto de Nazca, entre las poblaciones de Nazca y Palpa (Perú). Se extienden majestuosas en una superficie de más de 500 kilómetros cuadrados del valle del río Nazca, al sur del Perú, en una zona situada entre el océano Pacífico y los Andes. Se trata de un serie de líneas, diseños geométricos y abstractos pictogramas que han permanecido inalterados durante miles de años, desafiando a la ciencia y a la arqueología. Se supone que fueron trazadas por la cultura Nazca y están compuestas por varios cientos de figuras que abarcan desde diseños tan simples como líneas hasta complejas figuras zoomorfas, fitomorfas y geométricas que aparecen trazadas sobre la superficie terrestre. Desde 1994, el Comité de la UNESCO ha inscrito Las líneas y geoglifos de Nazca y de Pampas de Jumana como Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, en los últimos años han sufrido graves daños por la construcción de la autopista panamericana y las rodadas de todoterrenos. Son numerosas las figuras que se hallan en Nazca, particularmente en la Pampa de San José. Son figuras geométricas, meandros, representaciones de animales, vegetales y humanas, laberintos, y otros dibujos geométricos. Lo más representativo son los dibujos de animales. Desde aves de entre 259 y 275 metros de largo, tales como colibríes gigantes, cóndores, un mono, una araña, un caracol, una lagartija, una ballena de 27 metros, un perro con patas y cola larga, una figura antropomorfa, dos llamas, etc. En la categoría de reptiles, un lagarto, que fue cortado al construirse la carretera Panamericana Sur, una iguana y una serpiente. Muchos de los dibujos se encuentran mezclados con líneas y espirales. Casi todos los dibujos fueron hechos en la superficie llana; sólo hay unos pocos en las laderas de las colinas. Casi todas las figuras que se sitúan en las laderas representan hombres. Algunos están coronados por tres o cuatro líneas verticales que quizás representen las plumas de un tocado ceremonial, ya que algunas momias peruanas también llevaban tocados de oro y plumas. Las figuras de las laderas aparecen menos definidas que las del desierto, quizás porque las piedras que han rodado por la ladera han borrado los detalles. Más de treinta son los geoglifos hasta hoy encontrados en las Pampas de Nazca. Su técnica de construcción fue cuidadosa, mediante la que los topógrafos del pasado llevaron las líneas a cerros y barrancos sin desviarse de su dirección original. La profundidad de las líneas nunca excede 30 cm y algunas son simples rasguños en la superficie, pero aun así pueden ser reconocidas cuando el sol está bajo y el relieve se acentúa.
El escritor suizo Erich von Däniken las dio a conocer en 1968 en Recuerdos del Futuro (Carrozas de los Dioses), libro del cual vendió millones de ejemplares. Las consideraba una de las pruebas de que el hombre había recibido en la Antigüedad la visita de extraterrestres que habían influido en la Historia. Según esta visión del pasado, Nazca era un complejo para el aterrizaje de las naves de unos visitantes que el ser humano había convertido después en dioses. La idea fue refutada, ya que no cuadraba que unos prodigiosos visitantes volasen en unas naves que necesitaran de largas pistas, algo propio de los sencillos aviones terrestres. Además parece bastante difícil presentar como una pista de aterrizaje la espiral de la cola de un mono, por mucho que el simio mida 135 metros, o el zigzagueante cuello de un gigantesco pájaro de 300 metros. Tras demostrarse lo descabellado de su idea, pasó a defender que se trataba de una obra indígena concebida con el objeto de propiciar la vuelta de los dioses extraterrestres. Curiosamente, a pesar de lo que afirma Von Däniken, los arqueólogos descartaron desde el principio que se tratara de carreteras y que fueran incas los autores, porque los incas todavía no existían cuando fueron hechas. Es posible que los nazcas sólo quisieran que su obra se viera desde el cielo porque consideraban las alturas el lugar donde está la morada de los dioses, idea que han compartido muchas civilizaciones a lo largo de la historia. Estos gigantescos diseños no fueron descubiertos hasta finales de los años veinte coincidiendo con los primeros vuelos por la zona, la razón es bien sencilla y significativa: las pistas no son visibles desde tierra. Todo comenzó en 1927, cuando un arqueólogo llamado Mejia Xespe fue informado sobre la presencia de unas misteriosos líneas trazadas sobre el suelo de la costa peruana. A pesar de lo interesante que era el tema, no se le dedicó mayor atención que el de clasificar el descubrimiento para su posterior estudio. Pero fue ese mismo año, que llegó a Perú otro investigador, el doctor Paul Kosok, quien se mostró muy atraído por estas expresiones precolombinas, cuando en uno de sus primeros recorridos por el sur del país, al detenerse en lo alto de una meseta, pudo observar extensas líneas multiformes a ambos lados de la carretera, cerca de las montañas. Grande fue su asombro cuando al proyectar los trazos en su tablero, pudo ver que uno de los dibujos adquiría la forma inconfundible de un pájaro en pleno vuelo. Kosok entendió que se hallaba silenciosamente esparcido en estos dibujos lo que podía constituir el libro de Astronomía más grande del Mundo.
El suelo de aquella región, que además es una de las más secas y desérticas del mundo, es de color marrón. Pero bajo esta primera capa se esconde otra de color amarillo. Por ello, cuando se camina por aquellos lugares, las pisadas dejan una extraña y duradera mancha blanca que no deja de ser enigmática. En 1946 Kosok regresó a su país no sin antes sugerir a María Reiche, que le había asistido en las investigaciones, continuar con el estudio de los dibujos que él había empezado a descifrar. Según Reiche suman más de treinta los geoglifos hasta hoy encontrados en las Pampas de Nazca. Se trata de animales marinos y terrestres, figuras geométricas y humanas. Entre los geoglifos de mayor tamaño están un pájaro de casi 300 metros o un lagarto de 180 metros. Estas dimensiones son motivo de admiración. Reiche comentó que “hay un ave tan grande que uno puede colocarse en la punta de una de sus alas y no se puede ver ni la cabeza, ni la otra ala, sólo es posible percibir unas pocas líneas sobre el suelo, se tendría que sobrevolar el área para poder apreciarla en su conjunto“. Por el contrario, la figura más pequeña encontrada hasta el momento es una espiral que tiene un diámetro de 3 metros. Han surgido multitud de conjeturas. Las atrevidas teorías de Von Daniken han dado pie a otras, ya que algunos estudiosos han creído ver la figura de un hombre volando, y aquí comienza el ciclo de las elucubraciones sobre los antiguos astronautas. Y eso quizá sea una interpretación de antiguas leyendas del lugar que nos hablan de unos misteriosos y diabólicos hombres lechuza. De ello, aparte de enigmáticas leyendas populares, se tienen pruebas palpables debido a la cerámica Nazca. Pero Reiche, las define como el extraño testimonio y legado de las antiguas culturas peruanas: “Las líneas de las Pampas de Nazca son nada menos que una historia documental de la ciencia y de los hombres de ciencia del Perú prehispánico. En ella se encuentra registrada una tradición científica en donde los antiguos peruanos desarrollaron un abecedario para anotar los más importantes acontecimientos astronómicos de aquellos días. Las Pampas de Nazca son las páginas de un libro escrito con este extraño alfabeto“. Las líneas de Nazca son el testimonio gráfico de la forma como aquellos seres dominaron la relación entre los fenómenos celestes y nuestro planeta. Se sabe que los antiguos Nazcas realizaban extrañas y enigmáticas ceremonias mágico-religiosas en diversas épocas del año. Y se tiene que asumir que los Nazcas estudiaban el cosmos desde aquellos parajes y que lograron una maestría en establecer la relación cósmica entre los fenómenos celestes y el planeta tierra. Tal vez las líneas no son más que ofrendas a sus “dioses“, los únicos que podrían verlas.
El mapa de Piri Reis es un fragmento de un mapa elaborado por el almirante y cartógrafo otomano Piri Reis en 1513. Piri Reis nació en Galípoli en 1465. Sobrino de un célebre corsario, Kemal Re’is, desde muy joven acompañó a su tío en sus correrías marinas, participando en las campañas navales contra Venecia y en la conquista de la isla de Rodas en 1523. Dos años antes de esta fecha había publicado el Libro de las Materias Marinas, cuya exhaustiva información hacía referencia exclusivamente al Mediterráneo. Una nueva versión ampliada, dedicada al sultán Suleiman, concluyó en 1526, con una dedicatoria en verso en la que contaba la historia de un astrónomo que se llamaba Kolón, que salió en busca de Antyle y la descubrió. Hoy la ruta es muy conocida y su mapa llegó hasta nosotros. En ella se refería también al mapa que él mismo había dibujado años atrás y del que había hecho obsequio a Selim I, en El Cairo. En los márgenes detalla sus fuentes: un mapa de Cristóbal Colón, encontrado en un barco español apresado en 1501, y cuatro mapas portugueses más recientes. Además contó con los informes de un marino que había participado en los primeros viajes colombinos, posteriormente capturado por su tío, que lo había hecho su esclavo. Por contener aparentes representaciones de tierras entonces desconocidas, y a raíz de los propios escritos de Reis indicando que algunas de sus fuentes habían sido “los antiguos reyes del mar“, ha suscitado gran interés como un enigma. Es, por otro lado, el mejor testimonio de los mapas que dibujó Colón de las tierras por él descubiertas, de los que tan sólo se ha conservado un pequeño boceto del norte de La Española. El original se conserva en el Museo Topkapi Sarayi, de Estambul, donde se localizó en 1929. Pero no suele estar expuesto al público. El mapa está pintado en cuero de gacela, con un entramado de líneas que atraviesan el océano Atlántico. Llamadas líneas de rumbo, son típicas de las cartas de los marinos medievales tardíos y no indican latitud y longitud, sino que se usan como ayuda para establecer direcciones. En el bahriye (comentario marginal) anotó: “Un mapa de esta clase no lo posee nadie hoy en día“. El mapa incluye bellísimos dibujos, acompañados de inscripciones que indican descubrimientos importantes. Uno de ellos se corresponde, casi con total certeza, con la expedición de Pedro Álvares Cabral, en 1500. Se cree que Cabral “descubrió” Brasil cuando los vientos lo sacaron de su ruta, en un viaje a las indias orientales.
La península Ibérica y la costa de África occidental están dibujadas con mucho cuidado, casi como en las cartas portulanas. Muchos de los nombres de estas regiones se dan en turco, sin transliterar del castellano o el portugués. En lo alto del mapa hay un barco anclado junto a un pez, con dos personas sobre su lomo: una clara referencia a la leyenda medieval de San Brandán, en Irlanda. Como está copiado cuidadosamente de uno de sus mapas fuente, evidencia que, al menos uno de los mapamundis mencionados por Piri Reis, era una producción europea medieval y no un mapa de “los antiguos reyes del mar“. En 1929, el Palacio de Topkapi, en Estambul, Turquía, estaba en proceso de ser convertido en museo. Un grupo de eruditos, que trabajaban clasificando material en la sección de archivos del Imperio otomano, hizo un descubrimiento notable: una sección de un mapa de principios del siglo XVI basada, en apariencia, en cartas dibujadas por Cristóbal Colón en su viaje al Nuevo Mundo. El hallazgo fue presentado a la comunidad científica dos años después por el orientalista alemán Paul Kahle y causó una profunda impresión. El portulano presentaba una inscripción particularmente relevante: “Las costas e islas de este mapa fueron obtenidas del mapa de Colón“. De acuerdo a la investigación subsecuente, la historia del mapa comenzó en 1501, nueve años después del descubrimiento de Colón, cuando Kemal Reis, capitán de la flota otomana, capturó siete naves cerca de las costas de España, y descubrió, mediante interrogatorio a las tripulaciones que uno de ellos, que había viajado con el Almirante hacia el Nuevo Mundo, que poseía un mapa dibujado por Colón en persona. Kemal envió al marino a su sobrino Piri, también capitán naval y cartógrafo. En 1511 Piri Reis comenzó a diseñar un nuevo mapa que contendría todos los recientes descubrimientos ibéricos. Usó unas veinte fuentes cartográficas, de las cuales se conoce la procedencia de catorce: cuatro cartas portuguesas, ocho ptolemaicas, una árabe y la colombina entregada por el marino español capturado. La carta arábiga describía India; las portuguesas, América, el Océano Índico y China; la de Colón, el Caribe. No se ha determinado a que cartas ptolemaicas se refería.
En 1517 presentó su mapa al sultán Solimán el Magnífico que, impresionado, lo retribuyó ascendiéndolo a almirante. En 1521 produjo otra contribución a la cartografía mundial: una guía a las costas e islas del Mar Mediterráneo, publicada bajo el nombre de “Kitab-i Bahriye” (“El libro del marinero“). Incluía un recuento del descubrimiento del Nuevo Mundo por Colón, virtualmente idéntico a una extensa descripción en el lado izquierdo del portulano. Esta obra fue de suma ayuda para los peritos que intentaban determinar la autenticidad del mapa de Reis, que llegaron a una conclusión positiva. Piri se retiró a Galípoli, y trabajó durante los siguientes tres años, reduciendo los mapas a una misma escala, lo que era una labor muy dificultosa. Al terminarla, agregó esta inscripción: “El autor de esto es el humilde Piri ibn Hajji Muhammad, conocido como el sobrino de Kemal Reis, en la ciudad de Galípoli en el Sagrado Mes de Muharram del año 919 [1513]“. Hasta el descubrimiento del mapa de Piri Reis había únicamente dos fuentes cartográficas —ambas indirectas— para comprender cuál era la visión de Cristóbal Colón sobre sus propios descubrimientos. Una de éstas era un boceto recogido en un códice de 1522 por Alessandro Zorzi, cartógrafo de Venecia, que dijo que se basaba en un mapa traído por Bartolomé Colón (hermano del descubridor) en 1506. Pero el mapa de Zorzi contenía información que en ese año era desconocida y, por lo tanto, no puede usarse para deducir cómo eran los conceptos geográficos del Almirante, aunque muestre al Nuevo Mundo como una parte de Asia. El único otro mapa superviviente de la época es el dibujado por Juan de la Cosa, miembro de la primera expedición colombina de 1492, que posteriormente navegaría también con Américo Vespucio. Pero este mapa —datado en 1500— muestra correctamente Cuba como una isla, mientras que Colón no sólo creía supuestamente que Cuba era una península asiática, sino que se lo hizo jurar a sus tripulantes por miedo a las consecuencias que el hecho de haber arribado a una isla y no a un continente podría causar en su reputación, ya que la expedición había zarpado de España con el propósito de hallar una ruta a las Indias a través del Atlántico. El mapa y sus relatos debieron haber sido muy útiles al gobierno otomano, ya que demostraban que las nuevas rutas descubiertas por los exploradores hispanos y lusitanos suponían una amenaza para el dominio turco de los mares del Océano Índico y el Golfo Pérsico. Muchos años después, en 1551, el mismo Reis fue puesto al mando de una flota con la misión de ahuyentar a las fuerzas portuguesas que frecuentaban el Golfo.
Es por estos motivos que la conferencia de Paul Kahle, en 1931, sobre el mapa sorprendió tanto a su audiencia y tuvo una repercusión tan grande. Parecía casi milagroso que el único registro cartográfico directo del mayor descubrimiento de todos los tiempos se hubiera preservado en una biblioteca de Estambul, y que debamos su conservación a un oficial de la marina otomana. Sin embargo, a pesar de la dimensión del hallazgo documental, su atracción se disipó rápidamente. Pocos investigadores desde la época de Kahle han examinado con detalle los componentes colombinos del mapa de Reis, y la cuestión de hasta qué punto representa las ideas del descubridor no está resuelta en absoluto. Imago Mundi, por ejemplo, una de las más importantes revistas sobre la historia de la cartografía, jamás dedicó un artículo propio al mapa de Piri Reis. La mayoría de los eruditos considera que las alegadas similitudes del perfil meridional del mapa de Reis con el de la costa antártica son en extremo sorprendentes. Durante siglos, antes del descubrimiento del continente blanco en el siglo XIX, los cartógrafos habían dibujado una gran masa austral de tierra (la Terra Australis Incognita) basados en la presunción de simetría exigida por Aristóteles y Eratóstenes, entre otros naturalistas griegos. La masa meridional del mapa de Reis podría ser una continuación de esta tradición. En un principio se creía que el extremo sur de Sudamérica y el de, una vez descubierta, Australia, debían estar unidos a esta gran tierra polar, de la que se pensaba que era mucho mayor que el continente blanco. Se ha sugerido que la supuesta Antártida que figura en la parte meridional del mapa no es otro perfil que el de la costa patagónica oriental. En efecto, pudo darse el caso de que Piri Reis, o el escriba que copió su obra, reparase en que al llegar al Río de la Plata, se estaba acabando la valiosa piel de gacela. En este momento podría haber girado la línea costera hacia el este y haber descrito un semicírculo que le cupiera en el cuero. Este tipo de prácticas eran muy habituales en la época.Un examen minucioso del borde costero apoya esta visión, revelando representaciones de las bocas y angosturas del Estrecho de Magallanes y zonas aledañas, los principales golfos y bahías, y las Islas Malvinas. La zona de la gran bahía o golfo intermedio correspondería al Río de la Plata, y el punto más oriental de la costa, al extremo meridional de Argentina, en Tierra del Fuego.
Además, las anotaciones del mapa, que indican que el área es calurosa y habitada por serpientes, no encajan en la suposición de que se trata de la Antártida, pero sí en la hipótesis patagónica. Al mismo tiempo, una nota sobre las alegadas Malvinas dice que allí la primavera “llega antes“, lo cual no era cierto para los territorios insulares más al Sur. Pero la Tierra de Fuego aparece unida por una estrecha franja al continente antártico y se correspondería al milímetro con la parte submarina de esta parte del mar actual, según diversos estudios hechos con fotografía aérea, tomas bajo el agua con luz infrarroja y sondas acústicas enviadas desde buques. Con estos datos se determinó que dicho puente continental existió hacia el final de la Era Glacial. Pero la Era Glaciar finalizó hace unos 11.000 años cuando los mares estaban 140 metros por debajo del nivel actual. Es decir: las líneas costeras de las cartas copiadas por Piri Reis tuvieron que ser cartografiadas antes de que la Antártida quedara cubierta por los hielos con espesores cercanos a los dos kilómetros de grosor. En este caso, los perfiles costeros, islas, bahías, y promontorios del continente antártico estarían representados en los mapas de Piri Reis con una exactitud de perfiles excepcional. Respecto de la parte del mapa que corresponde a África, algunos ríos caudalosos atraviesan lo que hoy es el desierto del Sahara. Ahora sabemos que hace más de 8.000 años este enorme desierto era surcado por grandes ríos que regaban fértiles praderas. Gregory McIntosh, un historiador de la ciencia cartográfica, examinó el mapa en detalle y publicó sus resultados en The Piri Reis Map of 1513. Allí sostiene que la fuente colombina que Reis menciona fue usada solamente para dibujar el Caribe. Esta zona es, en efecto, de excepcional importancia. En su extremo noroeste se halla una gran isla llamada La Española (hoy Haití y la República Dominicana), descubierta por Colón en su primer viaje y donde había establecido una colonia, indicada en el mapa con tres torres. Inmediatamente al sur de La Española se ve Puerto Rico, y al noreste un conjunto de islas que llama “Úndizi Vérgine” (“Las Once Vírgenes“). Dado que este nombre es claramente italiano, no portugués ni español, evidencia el origen colombino de este sector. En efecto, muchos de los nombres de puertos y accidentes geográficos usados por Reis se encuentran también en textos colombinos. Por lo tanto tampoco esta zona se basaría en mapas de la Antigüedad remota.
Es evidente que Colón deformó La Española en sus mapas, haciéndola completamente desproporcionada con respecto a Brasil y orientada de norte a sur en vez de este a oeste. De esa manera quedaba sorprendentemente parecida a las representaciones convencionales del Cipango (Japón), de Marco Polo, que se ven en los mapas de Martin Behaim o Paolo Toscanelli, que Colón utilizó. El Almirante, al menos en su primer viaje, estaba convencido de haber hallado aquel territorio fabuloso, y habría dibujado su Española con esta forma para apoyar su tesis. Un elemento aún más importante para reafirmar el origen colombino de esta zona del mapa frente a su supuesto origen arcaico es que la verdadera isla de Cuba no aparece, tal y como es lógico en un mapa colombino, pues Colón pensaba al principio que el territorio continental americano era una parte de Asia, y lo dibujó como tal. En el mapa de Piri Reis, la proyección continental que se halla frente a La Española es, con toda seguridad, Cuba; y aparece de norte a sur, tal y como Colón creía, influenciado por las descripciones de Marco Polo. Dado que supuestamente Colón pensaba que había hallado la costa asiática, lógicamente dibujó el continente de esta manera, según la representación convencional. De hecho, todo sector continental en el extremo noroeste está etiquetado con topónimos que en los viajes colombinos fueron asignados a lugares cubanos. McIntosh afirma que el mapa muestra dos grupos de Islas Vírgenes porque Piri Reis las tomó de dos mapas distintos sin advertir que representaban lo mismo. La delineación de la costa brasileña en la carta de Piri Reis es mucho más precisa que la caribeña. La relación y distancia entre Sudamérica y la costa africana occidental, por ejemplo, es mucho más correcta que en la mayoría de mapas europeos de su época. Los nombres que aparecen en esa zona, claramente transliterados del italiano y el castellano, quedan nítidamente asociados a los informes de viaje de Américo Vespucio y otros. El área caribeña del mapa es tremendamente imprecisa. El estadounidense Charles Hapgood intentó hacerla encajar mediante una proyección equidistante desde un punto de origen próximo a El Cairo, diciendo que la isla que aparece claramente identificada como la Española es en realidad Cuba y reorientando todas las regiones caribeñas del mapa. Esta tesis ha sido recibida con escepticismo por la comunidad científica, y se le ha acusado de deformar la realidad para adaptarla a la teoría.
Uno de los detalles topográficos más sorprendentes, y de los que han causado más discusiones, es la presencia de una cadena montañosa a lo largo de Sudamérica, que Hapgood identificó como los Andes. Los ríos que parten de ella, lógicamente, se consideran el Amazonas, el Orinoco y el Río de la Plata; y el animal con dos cuernos que se halla junto a las montañas, según Hapgood, es una llama. Sin embargo, el mapa de Piri Reis no es el primero en mostrar montañas en el interior de Sudamérica. El Planisferio de Caverio (Biblioteca Nacional de París) y la carta de Martin Waldseemüller de 1507 dibujan la costa este de Sudamérica, aunque esquemáticamente, y una cadena montañosa adornada con árboles. El mapa de Caverio se dibujó entre 1504 y 1505, mucho antes de que se explorara esa zona del interior. Existe una similitud extraordinaria entre este mapa y el de Piri Reis, por lo que cabe suponer que el uno se basa en el otro. Piri Reis podría haber tenido acceso también a los mapas de Waldseemuller (1507), Clareanus (1510) y Jan de Stobnica (1512). Todos están relacionados entre sí y, casi sin duda, se derivan del mapa de Caverio. En particular, el mapa de Johannes de Stobnicza pudo haber sido accesible para Piri Reis, pues fue impreso en Cracovia, como una edición de Claudio Ptolomeo, en 1512, un año antes del dibujo del marino turco. Este podría ser uno de los mapas que llamó “dibujados en la época de Alejandro el Grande” (356-323 a.C.) a que hace referencia el propio Reis, cayendo en la confusión que existía entre los dos Ptolomeos, siendo el más antiguo Claudio Tolomeo, astrónomo, matemático y geógrafo griego, del siglo II a.C.). La zona de la Antártida y la costa de tendencia hacia el este situadas en el extremo inferior fue crucial para las hipótesis de Hapgood. Pero, aunque ninguno de los mapas, derivados del de Nicolo Caverio, muestre un continente antártico, otros grupos de mapas antiguos sí lo hacen. A partir del siglo XV los cartógrafos frecuentemente incluyeron una gran masa meridional que unía África con Asia, haciendo del Océano Índico un mar interior. Esta noción geográfica se deriva de interpretaciones ptolemaicas de la Terra Australis. Cuando el portugués Hernando de Magallanes pasó entre Sudamérica y la isla de Tierra del Fuego, a través del estrecho que lleva su nombre, creyó que la Isla se trataba del extremo norte del mítico territorio del que hablaban los antiguos griegos. No fue sino hasta el viaje de Francis Drake, en 1578, cuando esta idea se corrigió.
La búsqueda de la Terra Australis duró siglos, produciendo el descubrimiento de la gran isla que ahora lleva el nombre que tanto fascinó a los cartógrafos renacentistas: Australia. Pero la Antártida no se quiso manifestar a los grandes descubridores. Existen indicios de que fue avistada antes de su descubrimiento oficial en 1820. Tenemos, por ejemplo, el relato de Américo Vespucio, que fue desplazado 500 millas (unos 900 km) de su ruta por los vientos, en que habla de una nueva tierra, quizás las Islas Malvinas o tal vez la propia Antártida. Algunos de los textos que dan soporte a esta hipótesis son presumiblemente apócrifos, pero la evidencia cartográfica inmediatamente posterior tiende a apoyarla. En 1514, el año posterior a la finalización del mapa de Piri Reis, dos barcos portugueses y otros dos holandeses informaron cosas parecidas. Si era o no la Antártida es tema de discusión, pero no lo es el hecho de que un buque del siglo XVI bien construido y pilotado pudiera llegar muy al sur. Hapgood admite que hay unas 900 millas de la costa sudamericana que no aparecen en el mapa otomano. A la fecha no existen evidencias históricas que sustenten que la carta de Reis procede de “antiguas civilizaciones” o de culturas desconocidas. El mapa de Piri Reis se considera actualmente una extraordinaria y bella compilación de todo el conocimiento geográfico de la Europa medieval tardía. El ex capitán de las Fuerzas navales británicas y cartógrafo Gavin Menzies, en su libro 1421: The Year China Discovered The World, presenta la teoría de que la masa terrestre meridional del mapa de Reis es realmente la Antártida y que está basada en cartas chinas anteriores. El almirante Hong Bao habría cartografiado esta costa a las órdenes del legendario almirante Zheng He, unos setenta años antes de que Colón descubriera América. La expedición habría tenido como objetivo colocar a todo el planeta bajo el control tributario del emperador chino. Pero la teoría de Menzies ha sido aparentemente desacreditada por la historiografía científica.
La tesis de Jacques Bergier y Louis Pauwels sobre la Alemania nazi es que sólo una transformación radical de la base cultural y moral permite explicar lo inexplicable. «En el país de Einstein y de Planck», escriben, «se empieza a profesar una “física aria”. En el país de Humboldt y de Haeckel, se empieza a hablar de razas. Nosotros pensamos que tales fenómenos no se explican por la inflación económica». Bergier y Pauwels detallan la vinculación de la cúpula nacionalsocialista a cultos esotéricos, así como la creencia en mitologías y cosmogonías aberrantes que, en determinado momento, se convierten en la ciencia oficial. Las primeras páginas de El pueblo blanco, de Arthur Machen, se distingue el mal absoluto de las pequeñas y banales maldades. Machen, por cierto, estaba afiliado a la Golden Dawn, una sociedad iniciática inspirada en los Rosacruz. Desde 1939 a 1946 un verdadero Apocalipsis se desencadenó sobre Europa y parte de Asia, causando millones de muertos, heridos y un grito de dolor y desolación colectivos que seguramente llegó hasta las estrellas más lejanas. Débora Goldstern escribió un interesante libro titulado ”Claves Ocultas Del Nazismo”, en que baso la parte de este artículo dedicada al nazismo. Podéis ver sus interesantes artículos en http://cronicasubterranea.blogspot.com/. Sobre el Tercer Reich Alemán y el Nazismo, ¿se ha contado toda la verdad? La Historia oficial responde que sí, pero hay unas una serie de evidencias que nos indican todo lo contrario. Muchas de estas evidencias nos muestran el terrible peligro al que se expuso nuestra civilización y señalan la posibilidad de que su derrota fuera solo aparente y que en realidad todo lo sucedido tenga relación con lo indicado en los otros artículos. Y es importante conocer el pasado para prevenir el futuro. El coste humano para la antigua URSS (Rusia) se calcula en unos 27 millones de víctimas. Entre los aliados occidentales se ha estimado en 44 millones, mientras que en el Tercer Reich y sus aliados se estima en unos 11 millones. Estados Unidos, que apenas sufrió bajas en su población civil, perdió a unos 400.000 ciudadanos. En total se calcula que hubo la astronómica cifra de 121 millones de víctimas que sufrieron los delirios de Hitler y sus secuaces. Pero este supuesto delirio ¿a qué se debía?¿Podemos resumir la Segunda Guerra Mundial como un enfrentamiento entre el Tercer Reich y los Aliados Occidentales? ¿O, entre Fascismo y Democracia? Y un hecho que aparece con meridiana claridad es la conexión esotérica-mística en el desarrollo del Tercer Reich, que se decía que tenía que durar mil años. Uno de los primeros escritos que informaron sobre esta casi desconocida conexión esotérica la facilitaron precisamente Louis Powles y Jacques Bergier, en su obra “El retorno de los brujos”, que en uno de sus capítulos escribieron esta enigmática frase: “…No somos tan locos como para querer explicar la Historia por las sociedades secretas. Pero sí que veremos, cosa curiosa, que existe una relación y que, con el nazismo, “otro mundo” reinó sobre nosotros durante algunos años. Ha sido vencido, pero no ha muerto, ni al otro lado del Rin ni en el resto del mundo. Y no es eso lo temible, sino nuestra ignorancia …“. En efecto, parece que una fuerza oscura y poderosa operaba en aquella Alemania. Y esta fuerza era alimentada por sociedades ocultas de raíces milenarias.
Mediante el Tratado de Versalles de 1919, tras su rendición al finalizar la primera guerra mundial, los aliados impusieron duros términos a Alemania con el objetivo de asegurarse que nunca volverían a constituir una amenaza. Por esta razón, Alemania perdió Alsacia y Lorena a favor de Francia, y Prusia Occidental pasó a Polonia, creándose el corredor de Danzig entre Alemania y Prusia Oriental. También perdió sus colonias, sus instalaciones siderúrgicas, sus líneas ferroviarias y sus barcos mercantes, así como su fuerza naval. También tuvo que limitar su Ejército y someterse a la ocupación aliada de Renania durante 15 años. Pero lo peor de todo fue que los alemanes tuvieron que aceptar la plena responsabilidad como causantes de la guerra y pagar cuantiosas indemnizaciones en concepto de reparaciones de guerra. Estas medidas causaron rencor entre la población, ya que los alemanes no se consideraron más culpables que otros y no podían pagar todo lo que se les pedía. Por estas razones el Tratado de Versalles no sirvió para asegurar una paz duradera. Consciente o inconscientemente, los que redactaron el Tratado de 1919 sembraron la semilla de la discordia. Pero ello es solo un eslabón en el complejo y enigmático movimiento nazi. La subida de Hitler al poder, ocurrida en 1933, fue bien recibida por una gran mayoría del pueblo alemán. Tras años de desempleo, alta inflación y desmoralización, Hitler supo capitalizar muy bien el descontento. Se presentó como un salvador que iba a rescatar a la nación aria del oprobio judío, Y Hitler pasó los siguientes años tratando de reconstruir la historia alemana desde cero. Para ello había que crear una nueva identidad nacional. Y Hitler se obsesionó con esta idea y la contagió a casi todos sus colaboradores. Pero Hitler era solo el transmisor de un mensaje que provenía de mentes con delirios místicos, más instruidas, e influenciadas por un misticismo oriental mal digerido. Pero, ¿cómo se generaron estas ideas? ¿de dónde vino la idea del superhombre, de la raza aria y de la esvástica? ¿Por qué en esta tierra de grandes escritores, filósofos, científicos y músicos como Goethe, Kant, Einstein o Bach gobernó un personaje como Hitler? La Primera Guerra Mundial proporcionó las condiciones necesarias para que los Nazis llegaran al poder, pero además existieron otras razones, no tan evidentes, que les ayudaron en la obtención del triunfo. Para comprenderlo debemos observar que, desde 1847 hasta 1917, la Historia presenta algunas de sus páginas más apasionantes, ya que vio nacer, entre otros, conceptos tan variados como la teoría de la evolución, el psicoanálisis o el comunismo. Pero en el terreno espiritual surgen movimientos que disputan el terreno a las religiones oficiales y empiezan a confrontar un Occidente racionalista y materialista con un Oriente místico, representado principalmente por la India y el Tíbet.
Y aparecen o reaparecen con fuerza las sociedades secretas y esotéricas, tales como los Rosacruces, los Masones, los Espiritistas o los Teósofos. Gran parte de Europa se contagia con este renacimiento de lo oculto que conjuga la magia ritual con el simbolismo arcaico, y que alcanza su máxima representación en Francia e Inglaterra. Y, ¿cuál es la razón para qué naciones tan cultas y con una fuerte tradición de pensamiento racionalista se sintieron atraídas por estos cultos místicos? Este tema no debería sorprendernos, ya que en Francia y Gran Bretaña estos movimientos jugaron un papel muy importante en su Historia, tales como la influencia de la francmasonería en el desarrollo de la Revolución Francesa. Sin embargo, mientras que en Francia, los Francmasones y los Rosacruces no rompieron aparentemente su relación con el catolicismo, en Inglaterra se impuso un cierto tipo de neopaganismo, con influencias satánicas. Y es que temas como el Santo Grial o el lenguaje oculto de las Catedrales, seducían a los descendientes de Avalón, la isla legendaria de la mitología celta, que se identificaban con un pasado mágico, donde convivían figuras como el Rey Arturo, Merlín o los druidas. Veinte años después de que Robert Wentworth Little fundara la Sociedad Rosacruz Inglesa, en 1887 surgió de su seno la Golden Dawn (“Alba Dorada”), que llegó a contar entre sus miembros con William Butler Yeats, Premio Nobel de Literatura en 1923. Y posteriormente esta Orden cayó en las garras de Aleister Crowley, que fue conocido como el “hombre más malvado del mundo”. Se sabe que los personajes que sentaron las bases de la futura Orden fueron Mathers, Westcott y Woodman. Todos ellos habían participado en Logias Masónicas y eran reconocidos como ocultistas practicantes. Parece que su nacimiento se debió al hallazgo casual de unos documentos que contenían rituales de iniciación desconocidos. Desde la Orden se dice que Mathers recibió unos manuscritos cifrados, creados en el siglo XV por el abate Trithemius, para su traducción.Se dice que fue Westcott quien encargó a Mather traducir los manuscritos y usarlos como modelo para las Iniciaciones de la Orden de la Golden Dawn. En 1892 la Golden Dawn se enfrentó a una grave crisis que puso de manifiesto cuan frágiles eran sus cimientos. Ocurrió que la Orden había obtenido los rituales para los primeros cinco grados de la Logia de Nuremberg, en Alemania, con la que mantenía correspondencia. Sin embargo, ni un solo miembro de Golden Dawn había visitado jamás la logia alemana, ni conocía a ninguno de sus miembros. Parece que los entusiastas aprendices de mago pisaban terreno peligroso.
La Logia de Nuremberg se negó a entregar los cuatro grados de iniciación que permitían la comunicación con las jerarquías superiores, pero Mathers anunció que él mismo había establecido contacto con estas jerarquías. Aunque no se había comunicado con jerarquías celestiales, sino con unas misteriosas jerarquías de superhombres, que eran los jefes secretos del llamado Tercer Orden. Estamos llegando a un punto interesante en la historia de la Golden Dawn, porque estas Jerarquías o Superiores Desconocidos, como a veces los denominaban, parece que también fueron contactados por miembros de la Teosofía. Superada la crisis, la sociedad hermética tuvo un período de unos quince años de vida, suficientes para influir poderosamente en muchos de sus afiliados, y que contó en sus filas con destacadas personalidades, tales como el mencionado William Butler Yeats, con Bram Stocker, (¡oh sorpresa!) autor de Drácula, y con algunos científicos y actores. La Orden practicaba magia ceremonial que incluía invocaciones a dioses antiguos. Y sorprendentemente, la calidad literaria de muchos de los rituales es francamente buena, con pasajes de alto contenido poético. También fue permitida la entrada de mujeres, convirtiéndose en una Sociedad Hermética de orden abierto. Los adeptos de la Golden Dawn aprendían el hebreo y lo relacionado con el Árbol Sefirótico, el Árbol cabalístico de la Vida que simboliza una imagen del universo que Dios habita e impregna con su esencia, además de tarot, astrología y geomancia. A diferencia de la Teosofía, que tenía una estrecha relación con el pensamiento oriental, en la Golden Dawn se buscó una aproximación al legado de los egipcios, griegos, romanos, gnósticos y cabalistas. Aunque, como hemos indicado en otros artículos, había una estrecha relación entre todos estos antiguos legados. La reputación de la Orden sufrió un duro revés cuando saltó a la luz pública que su líder, Mathers, contactaba con unos seres que afirmaban pertenecer a una categoría distinta a la del hombre y que más tarde fueron conocidos como los jefes secretos del Tercer Orden o Superhombres. De la noche a la mañana la Orden pasó de ser considerada como una Sociedad de Brujos, con utilización de la Magia Negra. Lo que explicaba Mathers en sus informes era realmente inquietante: “…Ni siquiera conozco sus nombres, y en rara ocasiones los he visto en cuerpos físicos … Mis encuentros con ellos me han mostrado lo difícil que es para un mortal, por muy avanzado que esté, soportar su presencia … No quiero decir que durante mis pocos encuentros con ellos haya experimentado los mismos sentimientos de intensa depresión física que acompaña a la pérdida de magnetismo; al contrario, la sensación era la de estar en contacto con una fuerza tan terrible que solo puedo comparar con lo que usualmente experimenta una persona a la que un relámpago cae muy de cerca durante una violenta tormenta; esto unido a una dificultad respiratoria parecido al efecto estrangulador del éter. Debido a mi práctica en el trabajo ocultista, no puedo concebir que un iniciado mucho menos avanzado sea capaz de soportar una tensión de tal magnitud, ni aún durante unos minutos, sin que le sobrevenga la muerte…, la postración nerviosa después de cada encuentro es terrible y va acompañada de sudores fríos y hemorragias de la nariz, la boca y los oídos…”
No existe manera de certificar la validez de estos informes, provenientes de los archivos de la Golden Dawn, ya que lo expuesto atenta contra los límites de la razón. Si la Golden Dawn realizaba ceremonias secretas, que incluían la expansión de los sentidos, permitiendo al candidato el contacto con entidades ajenas a este universo o dimensión es una posibilidad no descartable, Con la llegada de Aleister Crowley a la cima de la Orden estos rumores se acrecentarían en forma desmesurada para convertirse casi en una certeza. Edward Alexander Crowley nació en Leamington, Warwickshire, el 12 de octubre de 1875. Su padre murió a edad temprana y fue educado por un tío que lo puso en manos de un tutor, que lo inició en las carreras de caballos y juegos de apuestas. Su formación prosiguió en los claustros de la prestigiosa Universidad de Cambridge. De esa época queda como recuerdo una colección de poemas pornográficos titulado White Satin. La entrada de Crowley en el mundo de la magia tiene lugar alrededor del 1900. Enseguida demuestra un gran dominio en estos asuntos que le valen la aceptación inmediata de los grandes maestros ocultistas de la época. La entrada de Crowley en la Golden Dawn fue recibida con recelo, a pesar de que fue el propio Mathers quién lo eligió como adepto y posible sucesor. Pero poco después de estos hechos se produce la disolución de la Orden y acto seguido Crowley se aleja de la Golden Dawn para iniciar su propia Logia, la Astrum Argentinum. Trevor Ravenscroft en su obra sobre Hitler: “Conspiración de las Tinieblas”, incluye una descripción aterradora acerca de las verdaderas intenciones de Crowley: “… Pasó rápidamente por las técnicas de aficionado de culto y se dedicó en serio a la práctica efectiva de la magia negra, de una forma nueva por completo. En comparación con Crowley, puede decirse que todos los miembros de Golden Dawn no eran más que muñecos durmientes jugando a las charadas ceremoniales (…) Sus estudios se concentraban en todas las formas del iluminismo sexual y, hacia 1912, había alcanzado el Noveno Grado de una clandestina logia de Berlín, Ordo Templi Orientis, que se ocupaba tan solo de la magia sexual….”. En otro párrafo Ravenscroft detalla “…En la época que Crowley había pasado por la Abadía de Thelema (La Abadía de Thule), en Sicilia, se había implicado en prácticas sexuales más perversas y sádicas en grado sumo. Sus ritos incluían sacrificios animales, orgías heterosexuales, flagelaciones cruentas, sodomía, ya que había descubierto que los excesos en los rituales más sádicos despertaban la visión penetrante hacia los instrumentos de las inteligencias malvadas, y además invocaba poderes mágicos fenomenales (…)”.
Crowley había invocado al Anticristo para que se manifestara, a la Bestia apocalíptica que se había aparecido a Dietrich Eckart y Alfred Rosenberg en las sesiones espiritistas del grupo Thule, en Munich. Y lo relevante es que Crowley influyó de manera importante en la Logia Thule Alemana, que tuvo en el mago inglés a un gran mentor. Pero la Logia Thule era conocida en varios círculos de la época como una “Sociedad de Asesinos”. La relación de Crowley con Alemania fue muy amplia, destacando su conexión con el grupo gnóstico alemán O.T.O. (Ordo Templis Orientis), encabezado por Theodore Reuss, que lo nombró maestro de la filial británica y le encargó la escritura de un rito que Crowley bautizó como “La Misa Gnóstica”. Crowley falleció en completa soledad en 1947 y se dijo que sus últimas palabras fueron: “A veces me odio a mí mismo”. La Golden Dawn, en su etapa Crowley, estableció lazos entre las Logias de Alemania y Gran Bretaña. Sin embargo los ocultistas alemanes no se conformaron en circunscribirse a Ordenes Secretas, sino que alcanzaron los estratos más altos del engranaje nazi. Un tema digno de mención es el de Helena Petrovna Blavatsky, la ocultista rusa que en el Siglo XIX creó la Escuela Teosófica y a quién muchos investigadores e historiadores le atribuyen cierto nivel de responsabilidad ideológica, por la influencia que tuvo en muchos dirigentes del Partido Nazi. Pero ¿hasta qué punto estas acusaciones eran ciertas? Nadie puede negar que muchos jerarcas del régimen nazi eran teósofos confesos, pero las ideas que alimentaban sobre la obra de Blavatsky, “La Doctrina Secreta”, se basaban en adaptaciones manipuladas de los postulados de la ocultista rusa, que seguramente no hubiera aprobado las interpretaciones que de su obra hicieron estos discípulos. Al repasar los contenidos de La Doctrina Secreta no deja de sorprender el nivel de conocimiento que muestra. Pero no resulta difícil adivinar las razones por las que los nazis se fijaron en esta obra, ya que Blavastky trataba de temas de los que apenas se tenía conocimiento. En la obra de Blavastky desfilan nombres como la Atlántida, la remota civilización perdida, así como otros continentes de gran antigüedad y de las razas que los habían habitado. También estaba en franca oposición a la teoría evolucionista de Darwin, atacaba frecuentemente a las religiones judeocristianas, y reivindicaba a Lucifer como una fuerza liberadora de la Humanidad en lugar de una fuerza maligna. Incluso Blavatsky describe los orígenes y el significado de la esvástica, el símbolo rúnico por excelencia, dentro de los estudios teosóficos acerca de la Religión y Filosofía Oriental. Quién haya leído La Doctrina Secreta coincidirá en que el carácter extravagante y explosivo de Blavastky se refleja en sus páginas.
La Doctrina Secreta, a pesar de no comulgar con muchas de las teorías darwinistas, compartía la idea de que las distintas razas no habían evolucionado de la misma manera, sino que los diferentes niveles de cada una se debían a la superioridad o inferioridad del desarrollo de la capacidad intelectual. Por esto no es de extrañar que en el seno del pensamiento teosófico se sostuviera que la raza aria, continuadora del legado atlante, y nacida en las estepas de Asia Central, sea identificada con la raza blanca mientras que las tribus africanas y austropolinésicas sean solo sombras pobres en proceso de desaparición. Como dice Blavastky : “la extinción de las razas inferiores es una necesidad kármica“. Y esto explica que una parte del discurso de Blavastky fuera adoptado por los nazis. El nombre de la Logia Thule proviene de una leyenda nórdica que predicaba el lugar de origen de los arios, una tierra mágica, a la que muchos atribuyen un pasado atlante. Según palabras del filósofo francés René Guénon, gran estudioso del misticismo, “ella fue la Isla Sagrada por excelencia y su situación era literalmente polar en el comienzo. Todas las demás Islas Sagradas , por nombre de idéntico significado, no fueron sino imágenes de aquella”. Poco es lo que sabe de las actividades internas de la Logia. Escritos posteriores de Sebontendorf han revelado que se exigía a los socios fidelidad a la tradición germánica y a una pureza racial absoluta, que debía llegar hasta la tercera generación. Fondos de la Logia Thule se invirtieron en la compra de un periódico local, el Munchener Beobachter, donde se alternaban “artículos de deportes, con notas de carácter antisemitas y germanistas”. Los acontecimientos de 1918 cambian drásticamente la orientación de la Logia Thule. La agitación comunista empieza a soplar con fuerza por toda Alemania, después de los sucesos de Octubre en Rusia. Los trabajadores de la izquierda se movilizan al mando de Kurt Eisner, que toma el poder en Baviera. Los miembros de la Logia Thule se movilizan rápidamente para contrarrestar el avance rojo y se producen las primeras escaramuzas. Los miembros de la Thule se involucrarán con fuerza en esta lucha sin cuartel y muchos de ellos encontrarán la muerte a manos de los “guardias rojos”. En “Antes que Hitler viniera”, obra de Sebontendorf, se descubre que “Hitler en sus primeros meses de actividad pública se apoyó en dos fuerzas políticamente organizadas y dependientes de la propia Thule: el Partido Alemán de los Trabajadores y el Partido Socialista Alemán. De estos tres grupos, Hitler hizo el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán”.
Después de su breve incursión en el ámbito de la política, la Logia, ya sin la influencia de Sebonterdorf, iniciará un camino más oculto y se retraerá a su universo místico conducido por Dietrich Eckard, que la volverá a encauzar a su escenario primario: la práctica del ocultismo negro, del que Hitler será su discípulo más temerario. Cuando Eckard conoce a Hitler, enseguida advierte en el furibundo orador cualidades innatas. La combinación de odio, racismo, resentimiento, y locura incipiente convierten a Hitler en un candidato que no se debe dejar escapar. Es el inicio a la carrera hacia la maldad: “El círculo interior del Grupo Thule se componía exclusivamente de satanistas que practicaban la magia negra. Es decir, tan solo se ocupaban de elevar sus conciencias mediante rituales hasta una percepción de inteligencias malvadas y no humanas en el universo, así como encontrar un medio de comunicación con estas inteligencias”. Pero nos preguntamos, ¿realmente hay un puente hacia esas inteligencias? Volvemos a situarnos en un problema que también nos lega la Teosofía, La Golden Dawn y las prácticas del mismo Crowley ¿es posible tal comunicación? ¿O todo es pura fantasía? Adentrándonos más en la Logia Thule vislumbramos que unos de sus postulados básicos era la firme creencia de un salvador, un Mesías Ario que devolvería la grandeza al pueblo germano. Pero a diferencia del Jesús Cristiano, que proclamaba la unidad de todos los semejantes, sin distinción de raza o credo, este Mesías debía iniciar una lucha contra las razas inferiores y que no encajaban con el modelo a implantar. Hitler fue proclamado por Eckard y otros visionarios ocultistas como el Mesías Negro, que además se convertiría en el canal que posibilitaría las comunicaciones con ese “más allá”. Los escasos estudios que encontramos sobre estas sectas neopaganas sugieren que para alcanzar sus niveles místicos recurrían con frecuencia a las drogas dilatadoras de conciencia, que en la jerga actual se denominan psicodélicas. Lanzados estos neófitos al universo de lo sensorial, imaginamos los graves trastornos que estos consumos provocaban en el organismo y la confusión que lentamente los envolvía, teniendo en cuenta que el camino elegido distaba mucho de cualquier espiritualidad. ¿Ayuda esta teoría a explicar los súbitos cambios de humor que Hitler experimentaba en su personalidad?. ¿Influenciaron estas experiencias psicodélicas en el desarrollo de su hipnótica oratoria? Analicemos la voz del Führer. Basta observar las grabaciones de la época para advertir el terrible poder que emanaba de sus palabras y que movilizaban a masas enteras que, hechizadas, parecían responder a este influjo. Allan Bullock decía que “su poder para embrujar a la audiencia ha sido comparado con las artes ocultas de los curanderos africanos o los chamanes asiáticos; otros los han comparado con la sensibilidad de un médium, y el magnetismo de un hipnotizador”. ¿Detentaba Hitler tal poder? ¿Fue educado en su potencial? No estamos del todos seguros, pero lo que sí sabemos es que un astrólogo y vidente, Hanussen, le dio lecciones de psicología y oratoria. Strasser, uno de sus estrechos colaboradores escribió: “… Hitler responde a las vibraciones del corazón humano con la delicadeza de un sismógrafo… lo que permite, con certeza, lo que ningún don consciente podría otorgarle: actuar como un altavoz que proclama los deseos más secretos, los sentimientos más personales de toda una nación…”.
Quizá uno de los pasajes más célebres de El retorno de los brujos es el que relata un experimento telepático supuestamente organizado por la Marina de los Estados Unidos en 1958: a lo largo de varias sesiones, un sujeto a bordo del submarino atómico Nautilus habría intentado adivinar qué cartas sacaba al azar un aparato mecánico situado en una base en tierra firme. El porcentaje de logros habría superado con creces lo estadísticamente «normal». La parapsicología es una disciplina alternativa que estudia los fenómenos paranormales como la percepción extrasensorial, telequinesia, telepatía, precognición, clarividencia, las experiencias extracorpóreas, el espiritismo o los poltergeist. Los parapsicólogos se refieren a estos acontecimientos como fenómenos psi. El último libro, “El símbolo perdido”, del polémico Dan Brown, reconocidísimo autor de “El Código Da Vinci”, tiene como telón de fondo para sus intrigas la masonería. Sin embargo, y por mucho que se critique la asociación de conceptos, también habla de la Noética, que será ilustrada en varias escenas de la narración. Más, a pesar de esta unión de conceptos (masonería y Noética), el famoso escritor pone al alcance del gran público una nueva idea: la noción de Ciencia Noética, un descubrimiento que resulta impactante y revelador para muchos, quizás, y un tremendo engaño para todos los que critican la falta de datos científicos comprobables de esta teoría noética. Es normal, ya que nos adentramos en un mundo etéreo y misterioso, en teoría más propio de la mística que de la ciencia. Pero tal vez la mística y la ciencia tengan más puntos en común de los que pensamos Los experimentos que se llevaban a cabo en instalaciones como el Instituto de Ciencias Noéticas (IONS) de California o el laboratorio de Investigación de Anomalías en Ingeniería de Princeton (PEAR) habían demostrado categóricamente que el pensamiento humano, debidamente canalizado, tenía la capacidad de afectar y modificar la masa física. Sus experimentos no eran trucos de salón «dobla-cucharas», sino investigaciones altamente controladas, que obtenían, todas, el mismo resultado extraordinario: nuestros pensamientos interactuaban con el mundo físico, lo supiéramos o no, y efectuaban cambios a todos los niveles, incluido el mundo subatómico. Dicho en otras palabras: «La mente actuaba sobre la materia». En 2001, en las horas que siguieron a los dramáticos atentados del 11 de septiembre, el campo de la ciencia noética dio un gran salto adelante. Cuatro científicos descubrieron que cuando el dolor y el miedo ante esa tragedia unieron al mundo en el duelo, los resultados de treinta y siete generadores de eventos aleatorios repartidos por todo el mundo, de repente se volvieron significativamente menos aleatorios.
Por alguna razón, la unicidad de esa experiencia compartida, la coalescencia de millones de mentes, había afectado la aleatoriedad de esas máquinas, organizando sus resultados y obteniendo orden del caos. Como aclaración debemos decir que la coalescencia es la posibilidad de dos o más materiales de unirse en un único cuerpo. Este sorprendente descubrimiento tenía paralelismos con la antigua creencia espiritual en una «conciencia cósmica»; una vasta coalescencia de intención humana capaz de interactuar con la materia física. Recientemente, estudios sobre la meditación y la oración habían obtenido resultados similares en los generadores de eventos aleatorios, avivando la afirmación de que la «conciencia humana», tal y como la escritora noética Lynne McTaggart la describía, era una sustancia exterior a los confines del cuerpo…, una energía altamente organizada capaz de modificar el mundo físico. A este respecto debemos decir que hay considerables evidencias para sugerir que existe una plantilla de energía holográfica asociada con un cuerpo físico. Este cuerpo etéreo es un cuerpo que se asemeja mucho al cuerpo físico sobre el cual está sobrepuesto. El cuerpo etéreo también acarrea información espacial de cómo se ha de desarrollar el feto en el útero y también información estructural para crecimiento y reparación del organismo adulto. Esta estructura energética funciona junto con los mecanismos genéticos celulares. El cuerpo físico está conectado a y es dependiente del cuerpo etéreo para la orientación celular – el cuerpo físico no puede ser mantenido sin este. Si el campo etéreo se distorsiona, pronto le seguirá la enfermedad física. Muchas enfermedades tienen su origen en distorsiones del campo etéreo que lo apoya. Este cuerpo etéreo está compuesto de material, pero es de una frecuencia y densidad diferente que la materia que compone el cuerpo físico. No está completamente separado del sistema físico con el cual interactúa. Hay canales específicos de intercambio de energía los cuales permiten que el flujo de información se mueva de un sistema al otro.
Estos canales han sido discutidos en la literatura oriental. La antigua teoría china considera que los puntos de la acupuntura en el cuerpo humano son puntos a lo largo de un sistema meridiano, no visible, que corre en lo profundo de los tejidos del cuerpo. A través de esos meridianos se pasa la información codificada.El estudio de las facetas ocultas del ser humano parece indicarnos que las limitaciones de nuestros cinco sentidos no son las que habitualmente creemos. Todo parece indicar que por cada uno de ellos podemos recibir señales que no siguen los cauces normales. Es como si pudiéramos ver y oír sin utilizar los ojos ni los oídos. Existen infinidad de teorías esotéricas que pretenden explicar estos hechos. Cada secta, cada doctrina, cada religión, los explica a su manera, y siempre aprovechando la oportunidad para apoyar gratuitamente sus hipótesis sobre las magnitudes ocultas que ellos defienden. No vamos a detenernos a estudiar todas las hipótesis que existen, pues se nos haría interminable, y seguro que nos dejaríamos alguna. Si hubiera algún acuerdo entre tanta teoría lo indicaríamos, pero, como el clásico desacuerdo en este tema se hace más notable que nunca, no vamos a perder el tiempo en hablar de ellas. Las percepciones extrasensoriales parecen generarse en el propio cerebro, todo parece indicar que la materia gris destinada al sentido de la vista o del oído, por ejemplo, ve y escucha por su cuenta las señales que le llegan de otras zonas del cerebro. De esta forma cada sentido puede percibir señales que no le llegan a través de su órgano correspondiente sino de la propia mente. Y con esto no se infiere que estas percepciones se produzcan exclusivamente en el individuo y no le lleguen también del exterior. Si decimos que somos capaces de sentir, de ver y de escuchar a nuestra propia mente, también estamos diciendo que podremos ver, sentir y escuchar también señales del inconsciente colectivo, dimensión psicológica apenas explorada y de la que no conocemos sus límites. Las limitaciones de las percepciones normales de nuestros sentidos están definidas científicamente, pero las limitaciones de las percepciones anormales, extraordinarias, extrasensoriales, no están en absoluto definidas; éste es un terreno inexplorado, y, como tal, lleno de peligros. Estas impresiones extraordinarias de nuestros sentidos suelen ser insignificantes comparadas con las percepciones normales. De hecho, todas las personas tenemos algún tipo de percepción extrasensorial y no le damos apenas importancia. Pero, cuando no sólo se le da importancia, sino que se les presta especial atención, se pueden producir cambios importantes en la personalidad de los individuos. Una pequeña percepción extrasensorial puede cambiar toda una vida si el interés de la persona así lo propicia.
Bergier y Pauwels, ¿qué pretendían demostrar con su obra? Proponen que la realidad podría ser mucho más compleja de lo que suponemos o imaginamos, y que nuestra percepción de los hechos y nuestro juicio acerca de lo verdadero y de lo falso podrían estar sesgados por todos los estándares, concepciones y teorías convencionales establecidos. Lo que nos parecería falso, anormal o fantástico podría ser simplemente lo que no cabe en la manera convencional de ver las cosas. Y, desde ese punto de vista, sería mejor apartarlo, olvidarlo: condenarlo, como diría Charles Fort. Lo que proponen Bergier y Pauwels en su obra es que el lector se libere de prejuicios, de teorías y concepciones caducas y vuelva a mirar directa y valerosamente a los hechos cara a cara, uno a uno, por fantásticos que resulten, antes de decidir con cuáles quedarse. «No nos lo creemos todo», escribieron, «pero creemos que todo debe ser examinado». Lo fantástico sería entonces lo que queda tras el velo de las apariencias del sentido común y el saber oficial. El «realismo fantástico» era para sus promotores una suerte de realismo superior o superrealismo, una síntesis integradora de poesía y ciencia capaz de develarnos visiones nuevas e importantes que hasta ahora se ocultaban en las sombras. En las páginas de El retorno de los brujos se dan cita personajes tan diversos como el biólogo J.B.S. Haldane, el jesuita Teilhard de Chardin, Arthur Clarke, H.P. Lovecraft, Jorge Luis Borges o Gustav Meyrink. La obra de Bergier y Pauwels ha servido, desde entonces, como base para todo un género de libros de realismo fantástico, astroarqueología o exoarqueología, que son disciplinas no académicas que tratan de establecer los orígenes y la historia de la humanidad desde la creencia de que en el pasado existieron civilizaciones tecnológicas muy avanzadas, que probablemente tuvieron inicio en la intervención de seres procedentes de otros mundos. Podríamos catalogarlos como los pioneros en este género, al que luego se unirían otros autores. Más allá de lo sugerente de su título, El retorno de los brujos no tiene nada que ver con un recetario de brujería o una exposición de doctrinas sobrenaturales.
En primer lugar, está escrito en colaboración entre Louis Pauwels, un serio estudioso del esoterismo, y Jaques Bergier, un “humanista” del renacimiento en la Francia del siglo XX y uno de los primeros en estudiar la energía atómica y la física cuántica en su país. Por otro lado, El retorno de los brujos no plantea ningún tipo de doctrina ni dogma, sino más bien una serie de temas y datos en los que basan una serie de hipótesis, que pretenden producir un cambio en el pensamiento occidental, desde el cartesianismo hasta el concepto de “realidad” y positivismo. Su primer publicación es de 1960, década que inauguraría cuestionamientos de muchas “verdades“. Principalmente, los autores plantean un método de trabajo, que es el del “realismo fantástico”, o sea, la asunción de un total desapego de todas las restricciones mentales a la hora de considerar los hechos con mentalidad “científica” o “racional”, no limitando la realidad a lo admisible por las normas vigentes. Su tesis está basada en la gran capacidad de exceder las leyes aceptadas por parte de los seres humanos. Sus ideas se basan en que los más grandes descubrimientos y avances en la civilización se deben a quienes siguieron investigando más allá de lo permitido por las convenciones y normas vigentes . A esta idea se añade una mentalidad emancipada de los valores occidentales de la ilustración y la falacia del progreso histórico, aunando la capacidad del pensamiento mítico, simbólico y analógico del considerado, muchas veces erróneamente como “primitivo”, con la proyección a un conocimiento de la técnica y la naturaleza atribuible a “seres del futuro”. Con esta metodología se analizan, desde una visión desmitificadora y no peyorativa, fenómenos por lo general dejados al cuidado de supuestos charlatanes por la ciencia, aunque esta les deba mucho, como la alquimia, las sociedades secretas o las civilizaciones desaparecidas.
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